Fruta

Nunca pude resistirme a romper las reglas ni a rebelarme contra los cánones, a explorar nuevos a caminos y esparcir por tu cuerpo caricias ilegales y besos clandestinos, a recorrer todos tus tentadores rincones y esconder allí, donde sólo tú y yo podremos encontrarlos, nuestros tesoros privados. Compraré un buen puñado de manzanas del árbol prohibido entonces.

Ya sé que es un tópico y que suena película pero no hay como unas fresas con cava y nata o chantilly para una velada de dos, un alto en el camino en el que parar a respirar una bocanada de aire fresco y puro, lejos de la rutina de la vida cotidiana y desde donde nuestros corazones se contemplen frente a frente y se amen al desnudo. Por cierto, también me llevo cerezas de pasión y desenfreno para después del respiro.

No hay que olvidar la suavidad y dulzura de los melocotones. El sabor de la inocencia del que se admira ante de la vida con la ilusión de un niño. Me llevo, como mínimo, una docena.

Añado a la bolsa una buena ración de plátanos y buen humor, imprescindibles para afrontar las dificultades que la vida y el destino nos deparen.

La granada, emblema solar del impulso vital, será el complemento perfecto de un zumo de naranjas de plenitud que saborearemos grano a grano con paciencia y comprensión. Acabo de pagar un par.

No pueden faltar los higos del Árbol de la Vida que nos den la paz y la prosperidad del equilibrio conseguido a base de Amor, Confianza y Respeto mutuos.

Ya solo me faltan los caquis. Dicen los sabios chinos que regulan el chi y reparten alegría. Aunque nos sobra, no hay más que mirarnos cuando estamos juntos, nunca está de más.

Me insiste nuestra frutera favorita en regalarnos mangos, recién traídos de India, donde simbolizan amor, fertilidad y buena fortuna. Fortuna es despertar a tu lado cada mañana, pero eso ya te lo conté en otro poema.

Tentación, pasión, sensualidad, deseo, amor, fortuna, paz, plenitud, alegría, ilusión…ahora ya sabes a qué me saben tus besos: ¡a vida!

David Roldán Martínez

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